Son dos horas de película que nos
mantienen en una tensión absoluta, con una actuación brillante de Björk quien
se viste del personaje de Selma y nos muestra el delirio martirizante en el que
vive, los impulsos que predominan y hasta qué punto pueden transformar su vida.
Para algunos una composición
musical excelente, para otros un drama excepcional y en tanto unos cuantos la consideran una gran obra de arte, que en mi particular
punto de vista lo es, porque conjuga la historia de una mujer en estado
psicótico, donde la música más que convertirse en una fuente de inspiración y
relajación, se vuelve parte de un estado mental caótico y cada vez menos
tolerable.
Lars Von Trier nos brinda una
visión sobre lo que vive una persona con una enfermedad mental, desde una
perspectiva artística, pero con una historia cruda y triste como suele ser en
la vida real, podríamos imaginar a
“Selma” como cualquier vecina, amiga o
familiar , con una rutina diaria que parecería estar dentro de los límites de
la normalidad, pero sería esa chica que decimos “es algo extraña”, quizá
demasiado introvertida, aislada, rara, que a pesar de no conocer su vida y
antecedentes sabemos que algo le pasa pero aún no podemos identificar que es
con claridad.
El director nos conduce a ese
mundo perturbador en el que vive su personaje, somos parte de vida por poco más de dos horas, somos cómplices de sus
acciones y espectadores de sus sentimientos, Selma puede tener muchos motivos
para estar en depresión, valdría la pena analizar si sus motivos
justificarían la conducta que tiene, ya
que lo que observamos es que existe una incongruencia entre lo que dice y hace.
Una situación que llama mucho la
atención es que ella manifiesta de
manera constante su dolor de madre al saber que en un futuro su hijo pueda
padecer problemas de visión hasta llegar a la ceguera al igual que ella, cuando
se dice que existe posibilidad de salir de la cárcel y utilizar el dinero
ahorrado para su defensa, la respuesta natural de una madre sería de aceptarlo para poder
permanecer cerca de su hijo y que él tuviera la posibilidad de crecer sintiéndose amado; sin embargo lo que hace es negarse, refiriendo que prefiere que
ese dinero se gaste en la operación del menor, en ese momento no mostró la
menor empatía hacia Josh, más bien
podría ser una agresión pasiva , es
acaso este un verdadero sentimiento de amor o estaremos frente a lo que Freud acertó
en llamar Tanatos, un fuerte impulso autodestructivo y agresivo ante quienes le necesitan, deseo de marcar la historia del hijo para siempre , ya que esto le
generaría culpa al saber que su madre dio la vida por él .
El baile se convierte entonces en
un medio para fugarse de la realidad, la música un hilo conductor hacia
un mundo interior ajeno a cualquier dolor real, baila en la oscuridad
del salón llamado depresión, una danza
que implora la muerte y reduce la vida al simple hecho de habitar un
cuerpo por un tiempo, sufre por su condición física, económica y personal; por eso
canta, por eso se escinde ,se niega a recibir el amor que otros le
pueden ofrecer, se conforma con menos de lo que merece y ofrece más de lo que
le corresponde. Quizá en el pasado algún evento marco su percepción respecto al
sentido de la vida, quizá una palabra
retumbó en sus odios tan fuerte que prefirió acallarla con música para de esta
forma templar el alma.
A veces las personas creen que
saben cómo resolver cada situación que se presenta, otras tantas quieren
encontrar una salida fácil a las dificultades, mientras que por su parte unas
cuantas eligen ser víctimas de sí mismas ,destruyendo todo lo bueno con lo que
coinciden día con día, eliminando cualquier indicio de amor, cualquier momento
grato, esforzándose de manera permanente por acrecentar el dolor en cada
paso, sería bueno pensar que la vida también es un viaje en el que cada uno
dirige su propio destino y la música
armoniza el camino si sabemos elegir adecuadamente nuestra melodía principal.
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