sábado, 29 de diciembre de 2012

“Amarás al prójimo como a ti mismo”




A continuación, tendrán frente a ustedes un extracto de una de las obras más importantes  de S. Freud , en la cual realiza una descripción de conductas humanas que  considera por todos conocidas pero por pocos analizadas, fundamenta sus conclusiones en el psicoanálisis pero de igual manera retoma otras teorías que considera importantes para entender al hombre en su totalidad, ese hombre que ha tenido que pagar un alto precio por  vivir en sociedad, debiendo utilizar distintos mecanismos de defensa para enfrentar la realidad, ese hombre que se encuentra en una búsqueda eterna  de la “felicidad” misma que difícilmente logrará alcanzar.
 

"Este precepto goza de universal nombradía y seguramente es más antiguo que el cristianismo, a pesar de que este lo ostenta como su más encomiable conquista; pero sin duda no es muy antiguo, pues el hombre aun no lo conocía en épocas ya históricas. Adoptemos frente al mismo una actitud ingenua, como si lo oyésemos por primera vez, entonces no podremos contener un sentimiento de asombro y extrañeza. ¿Por qué tendríamos que hacerlo? ¿De que podría servirnos? Pero, ante todo ¿Cómo llegar a cumplirlo? ¿De que manera podríamos adoptar semejante actitud? Mi amor es, para mí, algo muy precioso, que no tengo derecho a derrochar insensatamente. Me impone obligaciones que debo estar dispuesto a cumplir con sacrificios. Si amo a alguien, es preciso que este lo merezca por cualquier título (Descarto aquí la utilidad que podría reportarme, así como su posible valor como objeto sexual, pues estas dos formas de vinculación nada tienen que ver con el precepto del amor al prójimo.) Merecería mi amor si pudiera amar en el a mí mismo; lo merecería si fuera más perfecto de lo que yo soy, en tal medida que pudiera amar en el al ideal de mi propia persona; debería amarlo si fuera el hijo de mi amigo, pues el dolor de este, si algún mal le sucediera, también sería mi dolor, yo tendría que compartirlo.

En cambio si me fuera extraño y si no me atrajese ninguno de sus propios  valores, ninguna importancia que hubiera adquirido para mi vida afectiva, entonces me sería muy difícil amarlo. Hasta sería injusto si l amara, pues los míos aprecian mi amor como una demostración de preferencia, y les haría injusticia si los equiparase con un extraño. Pero si he de amarlo con ese amor general por todo el universo, simplemente porque también el es una criatura de este mundo, como el insecto, el gusano y la culebra, entonces me temo que solo le corresponda una ínfima parte de amor, de ningún modo tanto como la razón me autoriza a guardar para mí mismo. ¿A qué viene entonces tan solemne presentación de un precepto que , razonablemente, nadie puede aconsejarse cumplir?

Examinándolo con mayor detenimiento, me encuentro con nuevas dificultades. Este ser extraño no solo es en general indigno de amor, sino que-para confesarlo sinceramente-merece mucho más mi hostilidad y aun mi odio. No parece alimentar el mínimo amor por mi persona; no me demuestra la menor consideración. Siempre que le sea de alguna utilidad, no vacilara en perjudicarme, y ni siquiera se preguntara si la cuantía de su provecho corresponde a la magnitud del perjuicio que me ocasiona. Más aún; ni siquiera es necesario que de ello derive un provecho, le bastara experimentar el menor placer para que no tenga escrúpulo alguno en denigrarme, en ofenderme, en difamarme, en exhibir su poderío sobre mi persona, y cuanto más seguro se sienta, cuanto más inerme yo me encuentre, tanto más seguramente puedo esperar de él  esta actitud para conmigo.

Si se condujera de otro modo, si me demostrase consideración y respeto, a pesar de serle yo un extraño, estaría dispuesto por mi parte a retribuírselo de análoga manera, aunque no me obligara a ello precepto alguno. Aún más : si ese grandilocuente mandamiento rezara -Amarás al prójimo como el prójimo te ame a ti- nada tendría yo que objetar."



       El Malestar en la cultura. Sigmund Freud, 1930.

viernes, 20 de julio de 2012

Tenemos que hablar de Kevin y los factores que influyen en su personalidad

 

Tenemos que hablar de Kevin y de los factores que influyen en su personalidad


El día de hoy hemos sido  testigos de un evento que ha conmovido a la sociedad debido a la magnitud del hecho, las personas se preguntan cómo pudo un hombre entrar a una premier  de cine, con  armas sin ser detectado como peligroso y a los pocos minutos iniciar un tiroteo dejando más de una decena de muertos. ¿Cuáles fueron sus motivos? ¿Quién es en la cotidianidad? ¿Cómo es su familia?. Tomando como referencia este hecho tan  lamentable podemos iniciar con el análisis de la película : “Tenemos que hablar de Kevin”, dirigida por Lynne Ramsay, cuenta con las actuaciones de Tilda Swinton, Ezra Miller y  John C. Reilly.

 
Una historia  inquietante debido al argumento, predecible ciertamente desde el inicio, dejando poco a la imaginación del espectador. Una madre da a luz a un niño que se encuentra irritado la mayor parte del día, con llanto incontrolable y que conforme transcurren los meses y comienza a desarrollarse mantiene una actitud retadora ante ella.


Cada una de las escenas nos induce a intuir la situación que perturba a la mujer interpretada por  Tilda Swinton, quien desde el momento de la gestación muestra un aspecto depresivo que se mantiene durante el transcurso de la historia, con sentimientos encontrados en relación al menor, el filme nos  presenta a los personajes de madre e hijo  como las dos caretas de una misma persona ,es decir las conductas  agresivas manifestadas por  Kevin son aquellas contenidas por la madre, basta recordar una escena con el siguiente dialogo:  Kevin : “A veces suele ser demasiado dura”  Mama : “ y tú me lo dices a mi?” Kevin: “A alguien tenía que parecerme”.

Quizá seria apropiado desligarnos de los conceptos bondad y maldad ,seria mucho mas acertado manejar salud mental y patología, que es precisamente la segunda la que se presenta en el personaje de Kevin, si tomamos las conductas del personaje  desde la infancia como parte de la  sintomatología , podríamos detectar  áreas rotundamente afectadas ,como es la empatía, presencia de  anhedonia ,conducta desafiante, aislamiento, daño a personas  y delirios  que le  van conduciendo  a una realidad alterna donde él es el protagonista de una historia  violenta.
Surgen por tanto  un sinnúmero de cuestionamientos respectos a la causa, es decir quién es responsable, la genética, el ambiente, la personalidad. Sabemos hasta el día de hoy que los factores genéticos determinan un porcentaje significativo de la  personalidad de un individuo, el ambiente donde se desenvuelve tiene una influencia  igualmente importante debido a que brinda los patrones que pueden seguirse en el transcurso del tiempo y existe otro componente que son los aspectos individuales que constituyen por completo la personalidad.


Negar la existencia de individuos con estas características es absurdo, debido a que al hacerlo estaríamos aseverando que la sociedad es sana  en su totalidad y por ende no deberían prevenirse situaciones de este tipo. Sería conveniente crear una consciencia social donde se logre comprender que existen trastornos mentales  que se desarrollan por factores diversos, culpar a una persona sobre ello  solo limita el proceso de atención, dado  que el individuo no es un ser aislado,  sino un integrante más de la sociedad  se ve profundamente influido por la cultura predominante en ella , la familia  representa un pilar fundamental y es desde los primeros años de vida donde estos síntomas pueden detectarse para  dar un apoyo oportuno. Es necesario quitar estereotipos respecto a los sentimientos que se deberían tener hacia los hijos  o de ellos hacia sus madres, conviene en este sentido  entender que cada vinculo afectivo se crea de forma distinta y las historias perfectas no existen pero las vidas en armonía si se pueden construir.