Boris Cyrulnik reconocido
psiquiatra francés, ha publicado distintos libros con un tema en común La resiliencia, quien mejor que él para definir el concepto, un hombre cuya
infancia fue transformada debido a la muerte de sus padres durante el holocausto. Cyrulnik en cada uno de sus escritos enfatiza
el papel que tiene la cultura en el proceso de resiliencia, menciona que donde hay que tratar de comprender el efecto devastador del trauma es en el discurso
social, así como en los relatos íntimos del niño.
Analiza cada uno de los factores que intervienen en el proceso, dice textualmente “vivir en una cultura donde se puede dar sentido a lo que nos ha sucedido: historizar, comprender y dar” son los medios de defensa más simples, más necesarios y más eficaces. Comparto con ustedes un fragmento del libro Los patitos feos, el cual recomiendo ampliamente.
Analiza cada uno de los factores que intervienen en el proceso, dice textualmente “vivir en una cultura donde se puede dar sentido a lo que nos ha sucedido: historizar, comprender y dar” son los medios de defensa más simples, más necesarios y más eficaces. Comparto con ustedes un fragmento del libro Los patitos feos, el cual recomiendo ampliamente.
Las culturas normativas erradican
la imaginación
Las culturas excesivamente
normativas impiden la creatividad en nombre de la moral. Se busca en el
discurso social del entorno el argumento que permita excluir a esas familias
que están fuera de las normas. En la época donde el contexto científico hablaba
de una degeneración que impedía a ciertos individuos acceder al sentido moral, ese
concepto se utilizaba para referirse a “esas familias degeneradas” que había
que arrojar fuera de la sociedad, exterminando así a posible pequeños Schuman, Van
Gogh o Hemingway.
Cuando el rendimiento social se convirtió
en un valor cultural prioritario, hubo que erradicar la imaginación. Leer
poesía, dedicarse a la música o colorear
dibujos se convertía en una “escandalosa pérdida de tiempo” un signo de
evidente desadaptación a los “hechos”.He conocido a inmigrantes
italianos o polacos tan deseosos de
integrarse a través del trabajo que incluso se indignaban a ver a sus hijos leyendo. De una patada
mandaban a paseo el libro que su
hija intentaba descubrir para escapar a
la sórdida realidad, o con una frase
sarcástica humillaban al hijo que quería estudiar: “El bachillerato es para las
chicas o los maricas. Un hombre, un hombre de verdad ha de tener el valor de ir
a la fábrica”.
El dinero que permite acceder al consumo
transforma hoy en día los espectáculos
en mercancía: futbol, baile, teatro y cine. Así que para democratizar el acceso
a esta cultura se pone dinero público para que los pobres también puedan asistir al espectáculo. Esta práctica supone
un generoso contrasentido porque la creatividad no es una distracción, sino que
ha de inventar un nuevo mundo para
cambiar al que hace sufrir. La cultura creativa es un aglutinante social que da
esperanza cuando se presentan pruebas en la vida, en cambio la cultura pasiva
es una distracción que entretiene, pero no resuelve nada. Para que la cultura
ofrezca guías de resiliencia, es mucho más necesario engendrar actores que espectadores. Hay que
proporcionar a los pobres la oportunidad
de dar, permitiéndoles crear un espectáculo, una velada, un debate. un día de
fiesta.Catherine Hume, que se lleva a adolescentes al Himalaya, los convierte
en actores, mientras que el educador que pasea por Venecia a unos cuantos niños
los convierte en consumidores pasivos.
El arte no es una distracción, es
la necesidad de luchar contra la angustia del vacío suscitada por el acceso a
la libertad que nos proporciona el placer de crear. “Cada pequeño sufrimiento
que aparece se convierte en un punto de referencia, como un jalón en la
creación de modo que este es el lugar donde
es posible que se produzca un cambio” Mientras la cultura creativa nos
hace evolucionar, la cultura pasiva nos ayuda a digerir. El hecho de que exista una clara
correlación entre creatividad y sufrimiento
psíquico no significa que exista también correlación entre creatividad y equilibrio mental. Todos los niños son
creadores porque ha de incorporar su
medio y hacerlo evolucionar. Todos los
niños que sufren están obligados a crear, lo cual no quiere decir que todos los
creadores estén obligados a sufrir.
El mundo de fantasía de los niños favorecidos también es
muy productivo. A partir de los cuatro años, los niños dibujan escenas en las
que su fuerza les permite desbaratar los peligros, mientras que las niñas
dibujan motivos más relacionales. En los niños favorecidos la dulce felicidad de
crear llena su mundo íntimo. En cambio, en los niños heridos la felicidad de
crear es vital, como lo es la fuerza con
que nos asimos desesperadamente a un resto flotante que impide que nos ahoguemos.
Cyrulnik B.,Los patitos feos,2013, Pags.237-240 .